¿Sabías que las patatas de verano son las aliadas perfectas para tus platos estacionales? En Patatas FRUSANGAR, cultivamos con pasión variedades que brillan por su frescura, sabor y versatilidad durante los meses más cálidos, como por ejemplo La Chulapona. Descubre en este artículo por qué estas patatas son imprescindibles en tu cocina estival, cómo aprovechar sus cualidades y qué las hace únicas.
Clasificación de las patatas estivales
En el sector gastronómico, reconocer las variedades estacionales de patata es fundamental para optimizar resultados culinarios y nutricionales. En Patatas FRUSANGAR, con tres décadas de experiencia en selección de tubérculos, destacamos dos categorías esenciales para el verano: patatas nuevas y patatas de estación.
Patatas Nuevas: Frescura y versatilidad en cocina
Las patatas nuevas, recolectadas entre marzo y junio, se distinguen por su piel fina, textura tersa y carne clara. Al cosecharse antes de su maduración completa, presentan un alto contenido de agua (80%) y un bajo porcentaje de almidón, lo que las hace ideales para preparaciones que requieren integridad estructural.
Su firmeza al cocción las convierte en la elección perfecta para:
Ensaladillas rusas (mantienen su forma tras el hervido).
Tortillas y patatas fritas (logran un dorado uniforme sin deshacerse).
Cocciones al vapor (preservan vitaminas como la C (20 mg/100 g)).
Desde el punto de vista nutricional, aportan solo 74 kcal/100 g y son ricas en potasio (570 mg), favoreciendo la hidratación en meses de alta actividad. Sin embargo, su menor tiempo de conservación exige un consumo rápido tras la compra.
Patatas de Estación: El equilibrio perfecto
Recolectadas entre junio y agosto, las patatas de estación completan un ciclo de 90-120 días, desarrollando una piel más gruesa pero aún fina. Su punto óptimo de maduración les confiere un balance entre almidón y humedad, ideal para técnicas que demandan consistencia:
Asados y horneados (logran crujiencia exterior sin secarse).
Purés y cremas (se trituran fácilmente, sin grumos).
Frituras (absorben menos aceite gracias a su materia seca).
Estas patatas destacan por su versatilidad en cocina y mayor resistencia al almacenamiento, crucial para establecimientos con alta rotación estival. Su sabor equilibrado —dulce en crudo, terroso tras la cocción— las hace aptas incluso para platos gourmet, como gratinados con hierbas aromáticas o acompañamientos de carnes a la parrilla.

Patatas del verano
Las patatas del verano consolidan su papel como pilar de la cocina estival española, fusionando variedades nuevas o tempranas y patatas de estación con propiedades organolépticas y nutricionales optimizadas. Este binomio temporal —desde los tubérculos recolectados en marzo-junio hasta los de ciclo completo cosechados en pleno verano— garantiza un suministro constante de producto fresco, adaptado a las exigencias técnicas y creativas de la gastronomía profesional.
Integradas en la dieta mediterránea, estas patatas destacan por su alto contenido en vitamina C (hasta 20 mg/100 g) y menor aporte calórico (74 kcal/100 g en variedades tempranas), factores clave para menús estivales que priorizan la ligereza sin sacrificar sabor. Su digestibilidad superior —gracias a una composición equilibrada de agua y almidón— las convierte en ingrediente estratégico para establecimientos con alto volumen de servicio, donde la eficiencia digestiva del comensal impacta directamente en la experiencia gastronómica.
La versatilidad culinaria de estas patatas se evidencia en su adaptación a técnicas diversas:
Ensaladas frías: Las variedades nuevas, como La Chulapona, mantienen su firmeza tras el hervido, ideal para composiciones visuales.
Asados y parrillas: Las patatas de estación desarrollan una corteza dorada y interior cremoso, perfectas para acompañar carnes.
Cocciones rápidas: Su tiempo reducido de preparación (15-20 minutos en vapor) optimiza flujos de trabajo en cocina.
La aparición de sistemas de cultivo especializados —como los aplicados a La Chulapona, variedad desarrollada para resistir altas temperaturas— refleja la evolución del sector hacia modelos eficientes y sostenibles. Mediante cultivos escalonados, se logra una disponibilidad continua sin depender de cámaras frigoríficas, reduciendo un 30% el desperdicio alimentario respecto a métodos tradicionales (datos MAPA 2024).